Agosto 2013
Parque Nacional de Kootenay, Columbia Británica, Canadá
Canon 5D MkII & EF 300mm f/4L IS USM + EF 1.4X II, 1/250s f/8 ISO800 @420mm
Una de las primeras preguntas que recibo a la vuelta de un viaje por Norte América es siempre si me he encontrado con algún oso. Como la respuesta es generalmente afirmativa, la siguiente pregunta es si tengo fotos. A lo que normalmente respondo que no por un par de razones: primero, no tengo lentes lo suficientemente largas como para fotografiar osos desde una distancia razonable; y segundo, cuando veo un oso no hago el idiota y me largo de allí en una dirección tan diferente de la del oso como me sea posible. Pero toda regla tiene sus excepciones, y a lo largo de los años he acumulado varias imágenes de osos, tanto negros como pardos. Así que aquí está un grizzly, con su característica cabeza gruesa, cara plana, y joroba redonda entre los omoplatos.
El grizzly (Ursus Arctos Horribilis) es una subespecie del oso pardo norteamericano que vive en el continente (Alaska, Canadá, y unas pocas zonas de los Estados Unidos continentales). Las otras subespecies son el oso Kodiak (Ursus Arctos Middendorffi) de la Isla Kodiak (Alaska), el grizzly peninsular (Ursus Arctos Gyas) de la Península de Alaska, y los recientemente extinguidos grizzly de California (Ursus Arctos Californicus) y grizzly mejicano (Ursus Arctos Nelsoni). Aunque el nombre de "grizzly" proviene de las puntas doradas y grises de su pelaje, su nombre científico hace referencia a su carácter.
Los osos pardos son los depredadores terrestres más grandes del planeta, y aunque comparten el sistema digestivo y la visión frontal con otros carnívoros, son normalmente omnívoros. Su dieta varía enormemente dependiendo del entorno, pero en ella dominan las plantas (bayas, frutos secos, tubérculos, hierbas). Completan su dieta con pequeños mamíferos (marmotas, ardillas), peces (salmones, truchas, almejas), pájaros y sus huevos, herbívoros (caribues, ciervos, cabras), carroña, e insectos. También cazan animales más grandes como alces, bisontes, y osos negros, aunque generalmente se trata de crías o individuos débiles en vez de adultos sanos. Sin embargo ninguna criatura está completamente a salvo en su presencia; yo personalmente fui testigo de un enorme grizzly en el Parque Nacional de Denali (Alaska, EE.UU.) devorando a un macho más joven que había entrado en su territorio, un caso muy raro de canibalismo según los guardas del parque.
Una de las cosas que más me gusta en la vida es caminar y acampar en zonas vírgenes o salvajes, y por lo tanto la presencia de grizzlies influye mucho en a dónde voy, qué hago, y los recuerdos que me traigo a la vuelta. No puedo negar los peligros que entrañan los osos cuando planifico un viaje a su territorio. Aunque estadísticamente pequeño comparado con virtualmente cualquier otro peligro, uno no puede evitar pensar en ello en las semanas anteriores al viaje. Los ataques de grizzlies son tan raros que, si ocurriese, uno tendría que encogerse de hombros ante la ironía, enroscarse como un ovillo, y con suerte incluso sobrevivir. La presencia de osos pardos te obliga a tomar precauciones que hacen el senderismo más engorroso: proteger la comida, elegir el lugar de acampada adecuado, controlar la dirección del viento, gritar continuamente, y no bajar la atención ni por un sólo minuto, no son precisamente los asuntos que a uno le vienen a la mente cuando piensa en una excursión perfecta. Los grizzlies tienen más o menos la misma vista que los humanos, dos veces más oído, y un sentido del olfato unas 2100 veces más fino. Estos datos unidos a su naturaleza inquisitiva (no hay ningún peligro en ser curioso cuando siempre eres el más grande) y su peculiar carácter (por impredecible e irascible) son los que dictan tu conducta en terreno de grizzlies: haz lo que sea necesario para nunca sorprender a un oso y para evitar que acceda a tu comida. En el otro lado, existe una diferencia sutil pero importante entre una naturaleza virgen de verdad (con el ecosistema completo) y otra donde se ha eliminado al máximo depredador. Pueden parecer similares pero no lo son. Y notas la diferencia al minuto de poner pie en un lugar donde puede haber un grizzly en el siguiente giro del camino, o detrás de esa roca, ese árbol, o eso risco. Pones más atención, mucha más atención. Tus ojos no paran de escanear el paisaje y tus oídos no paran de escuchar. El resultado es que ves más y oyes más, y por lo tanto sientes más y lo disfrutas más. Y cuando vuelves a la civilización te das cuenta de que esas son precisamente las razones por las que viniste a la naturaleza en primer lugar. Hasta que se acerca la fecha para el siguiente viaje y empiezas a pensar otra vez en osos.