Marzo 2012
Parque Nacional del Monte Aspiring, Isla Sur, Nueva Zelanda
Canon 5D MkII & EF 24-105mm f/4L IS USM, 1/750s f/6.7 ISO400 @24mm
En mi opinión esta fotografía representa bastante bien de lo que trata el senderismo y por qué a mí me gusta tanto. La tomé a pulso (sin trípode) bajo la lluvia, mirando viento abajo, tratando de mantener seco el objetivo el tiempo suficiente para apretar el disparador, todo ello sin dejar de presionar los codos contra mi cuerpo para obtener una imagen lo más nítida posible. No era una lluvia helada, pero tampoco una tormenta de verano. Lluvia fría sin tregua acompañada de fuertes vientos, una combinación a tener en cuenta. Era el tipo de día en que uno está contento de que su ropa de agua cueste varias veces lo que otras prendas que parecen muy similares. El tipo de día en que la mayoría de los senderistas y montañeros se quedan en casa. De hecho, el tipo de día que la inmensa mayoría de la gente, montañeros o no, prefiere pasar bebiendo algo caliente en vez de desafiando a los elementos.
El tipo de día que yo no puedo decir que disfrute mientras camino, deseando continuamente que desaparezca la lluvia, que pare un poco, que me dé un respiro, o al menos que llueva vertical de nuevo, pero que luego comienzo a apreciar poco a poco cuando recuerdo lo vivido, y que meses después me doy cuenta de lo afortunado que fui una vez que me he olvidado de las miserias y grabo todo lo demás en mi materia gris. El reto, la aventura, los olores, los sonidos, las vistas, el frío, los colores, los ascensos, los descensos, los arroyos, las acampadas, las plantas, los animales, los sentimientos, los miedos, las recompensas. El caminar. Y entonces hago un par de copias de seguridad para no olvidarme jamás. El mal tiempo acentúa el desafío, te fuerza a mejorar tus habilidades, pone a prueba tu resistencia, y sólo a posteriori te recompensa con la satisfacción de haberte enfrentado al reto, volviendo exitoso, renovado. Recargado. Porque salir al monte en realidad significa entrar. Dónde, yo no lo sé, pero no sales a la montaña, entras, de eso estoy seguro.
Me gusta esta foto no sólo porque en mi opinión transmite el mal tiempo al observador, sino porque lo hace desde el punto de vista del montañero, es decir, desde mi punto de vista. El camino lleno de agua del primer plano trae consigo confianza, seguridad, algo a lo que agarrarse. Ancla la foto, te muestra dónde estás, tu punto inicial, no hay necesidad de hacer nada si no quieres. El paso de montaña al fondo es tu objetivo, tu destino, tu propósito. Es ahí donde quieres llegar, donde tienes que llegar, tu meta. Y la elección es tuya. O te quedas donde estás, protegido en el primer plano, o te lanzas a por ello, allí al fondo al otro lado de la imagen, la cual tienes que cruzar, de alguna manera siguiendo el camino, pasito a pasito. Desde mi punto de vista la fotografía te invita a ir hacia adelante, a seguir el camino, arrastrándote hacia la imagen, alejándote del primer plano y llevándote hacia el fondo. Pero también te muestra que no va a ser fácil, ya que el camino se vuelve menos claro, más borroso, cuanto más lejos miras, cuanto más lejos andes, cuanto más empujes. La decisión está clara, al menos para mí. Mueve los pies, comienza a caminar, y disfruta del camino.