/// Wild Tracks - Landscape Photography by Eduardo Gallo

WILD TRACKS

Pasión por la Fotografía de Paisajes

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Área Recreativa Nacional del Cañón Glen, Utah, EE.UU.

Octubre 2011

Área Recreativa Nacional del Cañón Glen, Utah, EE.UU.

Canon 5D MkII & EF 24-105mm f/4L IS USM, 2s f/8 ISO400 @32mm

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BRILLO

Cuando en 1963 concluyó la construcción de la presa del Cañón Glen bloqueando el flujo natural del Río Colorado, sus aguas empezaron a acumularse detrás creando lo que sería el segundo embalse más grande de los Estados Unidos, con más de 3000 kilómetros de costa. En el proceso se inundaron 299 de los más bellos kilómetros del Río Colorado, los últimos tramos de tres importantes afluentes (los ríos Escalante, Dirty Devil, y San Juan), así como innumerables pequeños arroyos. No existía ni un sólo rápido en el Cañón de Glen, donde el río se deslizaba perezosamente a lo largo de una colorida y ancha garganta rellena de abundante vida salvaje, arcos naturales, y ruinas arqueológicas, todo ello rodeado de vegetación y arroyos cristalinos, creando un ambiente parecido al de un jardín. No demasiada gente tuvo la suerte de visitar el Cañón Glen antes de su destrucción, pero sus crónicas hablan de flotar mansamente por el río disfrutando de los ecosistemas vírgenes de sus márgenes, y sus fotografías son prueba de lo que se ha perdido.

Añadiendo sal a la herida, el embalse se llamó Lago Powell en honor del Comandante John Wesley Powell, el primer hombre en descender el Río Colorado y sus principales cañones, quien probablemente se revolvería en su tumba si supiera lo que le ha sucedido a su río.

Esto no significa que el Lago Powell no sea un hermoso lugar; simplemente que la mayor parte de su belleza (y su valor ecológico) se encuentra sumergido. Las tranquilas y claras aguas del lago han abierto muchas oportunidades de diversión para botes y motos de agua, cuyos dueños vienen de muy lejos para jugar con sus ruidosas máquinas en este por lo demás solitario lugar. También hay mucho de interés para el fotógrafo, ya que las escenas de otro mundo creadas por el enorme contraste entre los taludes de arenisca y las aguas azules son bastante fotogénicas.

Conducir por el borde Norte del lago hasta el Punto Alstrom conlleva un poco de esfuerzo y el vehículo adecuado, con los últimos kilómetros siendo especialmente duros tanto para los amortiguadores como para tu esqueleto. El panorama que se obtiene desde allí hace sin embargo que a uno se le olviden rápidamente todos los inconvenientes. Yo llegué al atardecer de un día con luna llena, planté la tienda de campaña, y caminé hacia el borde cargado con mi equipo fotográfico, una botella de agua, y un sandwich que había comprado por la mañana, con la intención de disfrutar de la puesta de Sol con tranquilidad.

Primera sorpresa negativa: había varias motos de agua en el lago, así que en vez del esperado silencio tenía el estridente sonido de sus motores de dos tiempos. Segunda sorpresa: había muchas avionetas llevando a turistas en vuelos escénicos sobre el lago, con su consiguiente ruido, y parecía que todas ellas se esforzaban en pasar sobre mi cabeza. Y para rematarlo dos todo-terrenos enormes vinieron y dejaron su carga: un grupo de fotógrafos alemanes y suizos. Si tuviera que describirlos, diría que sus cuerpos no eran mucho más grandes que sus bolsas (más bien maletas) de fotografía, que en su mayoría tenían ruedas. Y no estoy diciendo que fueran bajos o pequeños, sino que cada uno de ellos llevaba más equipo que el que probablemente existe en muchos estudios de fotografía. Así que tenía a un grupo de gente bastante bien vestida arrastrando sus enormes bolsas de fotografía con ruedas a través del desierto, lo que ciertamente constituía una imagen bastante interesante. Como yo era el único ser humano en tierra firme en kilómetros a la redonda, ellos por supuesto inmediatamente decidieron encaminarse en mi dirección, así que pronto me encontré rodeado con la mitad de ellos a mi derecha y la otra mitad a la izquierda. Y unos pocos minutos después por la mitad a la derecha, la otra mitad menos uno a la izquierda, y el individuo restante en el estrecho espacio entre mi trípode y el borde del precipicio.

Después de un bonito aunque no espectacular atardecer, en el cual las rocas se pusieron al rojo vivo pero la luz era demasiado agreste para mi gusto, el Sol se puso en el horizonte y los otros fotógrafos dijeron que era hora de irse si no querían perderse la cena, desapareciendo tan de repente como habían llegado. Comencé a comerme el sandwich y me dí cuenta de que también debía ser la hora de cenar para los de los botes y las avionetas, ya que el silencio era absoluto. Y entonces a medida que el cielo se oscurecía me percaté de la lenta aparición de una magnífica luz suave y difusa, que hacía que el agua y la roca brillaran como si estuvieran radiando el calor acumulado durante el día. Así que dejé mi cena y tomé un montón de fotos mientras la luz mejoraba gradualmente hasta desaparecer de pronto. Sólo entonces me acabé la cena para después dirigirme lentamente de vuelta hacia la tienda para dormir completamente solo bajo la luna llena.

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