/// Wild Tracks - Landscape Photography by Eduardo Gallo

WILD TRACKS

Pasión por la Fotografía de Paisajes

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Monumento Nacional de Grand Staircase - Escalante, Utah, EE.UU.

Octubre 2012

Monumento Nacional de Grand Staircase - Escalante, Utah, EE.UU.

Canon 5D MkII & EF 24-105mm f/4L IS USM, 1/30s f/16 ISO400 @35mm

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OBSTINADO

Este solitario abeto de Douglas se encuentra en una de los ramales que crean el arroyo Phipps, un pequeño afluente del Río Escalante, seco la mayor parte del tiempo. Me lo encontré por casualidad mientras exploraba la zona por la tarde, después de haber plantado mi tienda en la zona. Una tormenta me había impedido progresar cañón abajo, justo en el punto donde el valle se estrecha y pasa a ser un cañón, un lugar donde uno no quiere estar si está lloviendo. Los arroyos del desierto aparecen en un abrir y cerrar de ojos cuando llueve, pero también desaparecen casi tan rápido cuando escampa. Donde un par de horas antes había un torrente de barro bajo un cielo negro, ahora había unas pocas pozas tranquilas, mucha arena movediza, e incluso algo de sol.

Pero volvamos al árbol. Los abetos de Douglas cubren millones de acres en el Oeste de Estados Unidos, pero siempre más al Norte o a más altura, y generalmente ambos a la vez. No encajan aquí, no pertenecen al desierto. Abundan cerca del nacimiento del Escalante, al menos a treinta kilómetros de aquí en línea recta y a una elevación mucho mayor. Casi con seguridad que no hay ningún otro en la cuenca de Phipps. ¿Así que cómo llegó este árbol hasta aquí? ¿Cómo pudo sobrevivir tan lejos de sus semejantes? A mí se me ocurren dos posibilidades.

La primera es que este árbol es una reliquia de otra época, una mucho más fría. Un árbol fantasma. Un cadáver que no se ha dado cuenta de lo que es. Puede que hubiera muchos como él en esta zona hace unos pocos miles de años, quizá incluso sólo unos pocos cientos de años. A medida que el clima se volvió más seco y cálido, los árboles fueron forzados a retroceder y retroceder hasta que sólo les quedó el arroyo, donde siempre hay agua disponible bajo tierra. Éste es su último refugio, su última morada dentro de los cañones. Pero todas las apuestas están en su contra y este obstinado árbol es simplemente el último de su estirpe.

Pero hay una segunda posibilidad, que es la que yo prefiero. En ella, una diminúscula semilla se las apañó de alguna manera para encontrar su camino hasta este lugar. Empujada por el viento, llevada por algún pájaro, o transportada de algún modo por una ardilla aventurera. Puede que incluso arrastrada por el agua, aunque no creo que haya ningún otro árbol aguas arriba. Llegó justo después de las lluvias y pudo germinar en la arena húmeda. Sus raíces crecieron lo suficientemente rápido para sobrevivir a las primeras sequías absorbiendo agua desde el cercano nivel freático. Su tronco se disparó hacia arriba alto y fuerte para poder aguantar las riadas del verano, donde torrentes llenos de ramas y piedras trataron de arrancarlo y llevárselo aguas abajo. Pero de algún modo sobrevivió. Arraigó y prosperó. Obstinado y suertudo. Un árbol que jugó a los dados y sacó pareja de seises. Y que ahora pasa sus días en el mejor de los lugares, solitario y orgulloso.

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