/// Wild Tracks - Landscape Photography by Eduardo Gallo

WILD TRACKS

Pasión por la Fotografía de Paisajes

Español
English
Parque Nacional de Wrangell - San Elias, Alaska, EE.UU.

Agosto 2014

Parque Nacional de Wrangell - San Elias, Alaska, EE.UU.

Canon 5D MkII & EF 24-105mm f/4L IS USM, 1/90s f/8 ISO400 @24mm

Google Earth para esta foto
FRÁGIL

El Lago de los Icebergs (foto superior) es un joukaloup (lago causado por un glaciar que lo represa) creado cuando las aguas del deshielo que bajan por el valle (desde detrás en la imagen) son bloqueadas por el glaciar de la fotografía, que es sólo uno de los muchos afluentes del enorme Glaciar Tana, que a su vez es solamente una de las muchas lenguas de hielo (y bastante pequeña cuando se compara con otras) que surgen del tremendo campo de hielo Bagley, que con sus cinco mil doscientos kilómetros cuadrados de hielo constituye la mayor superficie helada del planeta fuera de los polos y Groenlandia.

Todos los años durante el deshielo, el glaciar actúa como una presa y empieza a contener las aguas, llenando el lago en el proceso. Los bloques de hielo que continuamente se desprenden del glaciar forman icebergs que se quedan flotando en el lago, de ahí su nombre. A medida que las aguas suben la presión aumenta, de tal manera que a principios del verano la presa se rompe, el lago se drena, y los icebergs se quedan varados en el fango del fondo del lago, derritiéndose lentamente. Aparentemente en 2014 esto había sucedido mucho antes de que yo llegara, ya que no había ni rastro de icebergs en el fondo del valle, que era básicamente un terreno baldío de limo y arena (es decir, barro) por el que costaba un montón caminar. Según el mapa el lago debía tener casi cinco kilómetros de largo, pero yo saqué la foto desde una pequeña colina a no más de un kilómetro del frente del glaciar, lo que significa que anduve unos cuatro kilómetros hundiendo mis botas en el mismo barro que un par de meses antes había estado cubierto por agua helada.

A decir verdad, desconozco la distancia, pero llevó una eternidad, continuamente sacando un pie del barro mientras hundía el otro lo más adelante posible. Siendo ingeniero, traté de mantenerme entretenido y aliviar el sufrimiento tratando de resolver mentalmente el siguiente problema. Digamos que usted (yo) pesa alrededor de ochenta y cinco kilos, lleva un par de botas de cuero de talla cuarenta y ocho, y se hunde entre diez y quince centímetros en cada paso (en algunos un poco más y en otros algo menos). Entonces usted (yo) se encuentra unas huellas de grizzly en el barro. Afortunadamente el barro de las huellas está seco así que usted (yo) infiere que las huellas tienen al menos un par de días y no hay que preocuparse demasiado. Aunque sus (mis) huellas de talla cuarenta y ocho son enormes, languidecen comparadas con estas otras, las cuales parecen hechas por un gigante de pies distorsionados, ya que son al menos un cincuenta por ciento más largas y el doble de anchas que las suyas (las mías). Dado que el oso tiene cuatro patas y usted (yo) sólo dos y que las huellas del oso son más profundas (no mucho, quizás cuatro centímetros, pero aun así se nota) que las suyas (mías), estime el peso del oso. Tiene dos minutos. Pista: la relación entre su (mi) peso y el producto de la superficie combinada de sus (mis) dos pies multiplicada por la profundidad de sus (mis) huellas, debería ser igual al peso del oso (es decir la incógnita, x) dividido por el producto de la superficie combinada de sus cuatro patas multiplicada por su profundidad. Ahí tiene su regla de tres. Ahora a resolverla.

El resultado fue volver a comprobar el tamaño de las huellas, luego su profundidad, y luego acelerar el paso. Ninguno de los muchos osos que había visto durante los días anteriores caminando por el Valle del Lago de los Icebergs se acercaba ni de lejos a los novecientos kilos que me salieron. Sabía que los machos de la Isla de Kodiak, a unos seiscientos kilómetros al oeste, superan con facilidad la tonelada, pero aquí se suponía que tenían que ser más pequeños, quinientos o seiscientos kilos como mucho. La única explicación lógica era que las huellas de oso llevaban ahí mucho tiempo. El radiante sol del que había disfrutado los días previos debía haber secado el barro, endureciéndolo y disminuyendo las profundidad de mis pisadas. Por cuánto no lo sé. Así que por si acaso, mejor continuar con los ojos bien abiertos.

Anterior

TODAS LAS FOTOS

Siguiente
Anterior

FOTOS COSTA PACÍFICO

Siguiente
Anterior

FOTOS AÑO 2014

Siguiente