/// Wild Tracks - Landscape Photography by Eduardo Gallo

WILD TRACKS

Pasión por la Fotografía de Paisajes

Español
English
Parque Nacional de Westland, Isla Sur, Nueva Zelanda

Marzo 2012

Parque Nacional de Westland, Isla Sur, Nueva Zelanda

Canon 5D MkII & EF 24-105mm f/4L IS USM, 0.3s f/19 ISO400 @24mm

Google Earth para esta foto
CRUDEZA

La costa occidental de la Isla Sur de Nueva Zelanda en un mundo en sí mismo. Encajada entre los Roaring Forties (vientos de los Rugientes Cuarenta) que traen tormenta tras tormenta a través del Mar de Tasmania y las cumbres heladas de los Alpes Australes, su meteorología sólo se puede calificar de miserable. Absolutamente miserable. Tanta agua no es sólo responsable de la abundante vegetación que cubre esta estrecha franja de tierra entre el océano y las montañas, sino también de mantener a distancia a los leñadores el tiempo suficiente para que la sociedad se diese cuenta de lo especial que es esta zona. La consecuencia es que hoy en día la mayor parte del terreno al Oeste de las montañas está deshabitado a la vez que protegido.

Es de sentido común que si visitas un bosque húmedo lo normal es mojarse. Por la misma razón que se pasa frío en las montañas o sed en el desierto. Pero optimista como es uno, yo siempre pienso que las lluvias no durarán demasiado. Que pasaré el tiempo deambulando por el bosque tomando fotos plácidamente con buen tiempo, es decir, nublado y sin viento. Pero no esta vez. Lluvia, viento, y niebla durante el día. Lluvia, viento, y oscuridad total por la noche. Día tras día. Noche tras noche. Es difícil mantener el ánimo en estas condiciones. Imposible caminar, ya que los arroyos bajan desbordados y los caminos están embarrados. Imposible sacar fotos, con tan poca luz y las hojas de los árboles que no paran de moverse. E imposible permanecer seco ante la humedad que antes o después te llega hasta los huesos no importa lo que hagas.

Lo bueno de la lluvia es que la gente se queda a cubierto. Puedes visitar sin agobios lugares que normalmente están saturados de gente. Aparcar completamente sólo preguntándote si te has saltado sin darte cuenta una señal de "cerrado" o si realmente eres el único individuo por esos lares. Esto es lo que me sucedió este día en el glacier Franz Josef, una de las dos fácilmente accesibles lenguas de hielo que logran alcanzar las planicies costeras. El enorme aparcamiento y el camino recto de 10 metros de ancho que atraviesa la morrena terminal hasta un mirador cercano al hielo son testimonio de su popularidad. Tenía una extraña sensación, parecida a la que uno experimenta al conducir por una gran autopista sin ningún otro vehículo a la vista. Rodeado por todos lados de señales brillantes informándome de todos los peligros que me aguardaban si me desviaba del camino (desprendimientos de hielo, ahogamientos, corrimientos de tierra, multas, impacto de meteoritos, ...) junto con estadísticas acerca de fallecimientos anteriores en la zona.

La tentación era demasiado para mí. Soy como soy y ya está. Moviéndome bajo la lluvia con el sigilo de un ladrón de diamantes en medio de un museo (algo bastante gracioso cuando lo recuerdo), mirando a izquierda y derecha en busca de cualquier signo de la presencia de un guardia forestal (quien obviamente estaba bien a gusto bebiendo café en algún lugar caliente), me salí rápidamente del camino y me acerqué al torrente que provenía del glaciar. Río mejor que torrente, ya que parecía bastante amenazador y hacía un ruido ensordecedor, incluso bajo la lluvia. Coloqué la cubierta de agua sobre la cámara y saqué con dificultad varias imágenes del arroyo y las rocas estriadas bajo unas nubes tan bajas que casi podía tocarlas, a la vez que intentaba sin éxito mantener el objetivo seco. Satisfecho con haber sacado algunas fotos en un día como éste, guardé la cámara y comencé a caminar aguas arriba hacia el glaciar. Unos pocos minutos más tarde me encontré con unos cuantos trozos de hielo depositados por el torrente justo en medio de unas grandes rocas, que formaban una bonita perspectiva junto con el arroyo y las nubes. Y entonces, mientras colocaba el trípode y sacaba la cámara de la mochila, las nubes se elevaron justo lo suficiente para que el final del glaciar apareciera en la distancia. Me dí cuenta de que ese era mi golpe de suerte, así que me apresuré a sacar la imagen superior en caso de que no durara, que no duró.

Anterior

TODAS LAS FOTOS

Siguiente
Anterior

FOTOS OCEANÍA

Siguiente
Anterior

FOTOS AÑO 2012

Siguiente