/// Wild Tracks - Landscape Photography by Eduardo Gallo

WILD TRACKS

Pasión por la Fotografía de Paisajes

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Parque Nacional del Suroeste, Tasmania, Australia

Marzo 2011

Parque Nacional del Suroeste, Tasmania, Australia

Canon 5D MkII & EF 24-105mm f/4L IS USM, 1/250s f/11 ISO400 @40mm

Google Earth para esta foto
AMENAZA

El Camino de la Costa Suroeste es un sendero de 85 kilómetros de largo situado dentro las zonas vírgenes de Tasmania que en líneas generales bordea la remota y salvaje costa de la esquina suroeste de la isla. El camino cruza varios pasos de montaña muy expuestos a las inclemencias meteorológicas, pasa por preciosas playas al lado de las frías aguas del Océano del Sur, atraviesa varios tipos de dramáticos bosques primarios, y sobre todo contiene muchas millas de praderas permanentemente inundadas. Esta costa recibe toda la fuerza de los Roaring Forties (vientos de los Rugientes Cuarenta) que han atemorizado a los marineros durante siglos, los cuales soplan incesantemente, y representa el primer obstáculo con que se encuentran las tormentas al llegar a tierra. El resultado es un tiempo marcadamente inestable con constantes precipitaciones que fomentan el crecimiento de la vegetación y alimentan a muchísimos arroyos que devuelven el agua al mar. La única manera de llegar allí es aterrizar en avioneta en la ridícula pista de Melaleuca, desde donde generalmente lleva siete días regresar a la civilización por el pequeño asentamiento de Cockle Creek, que es lugar más al sur de Australia que se puede alcanzar por carretera.

Mi visita fue al final de uno de los veranos más húmedos que se recuerdan, lo cual no es ninguna broma en estas latitudes. El camino era en su mayoría barro, generalmente hasta los tobillos pero a menudo hasta las rodillas, con muchas arroyos que vadear y solamente unos pocos kilómetros con algún parecido con lo que una persona normal calificaría de camino o sendero. Hubo nubes bajas toda la semana, con varios periodos en los que el tiempo pasaba de lluvia a lluvia horizontal a granizo, para volver a repetir el ciclo una y otra vez. Me sentí como si hubiera entrado en un mundo paralelo donde todo era verde y hubiera agua por todas partes, algo que nunca había experimentado con anterioridad. Fue una aventura que mereció la pena, menos por su belleza (que aunque presente yo no pude disfrutar debido al tiempo) que por el reto físico y las dificultades del terreno que tuve que atravesar.

La fotografía de arriba fue tomada mientras caminaba al atardecer a lo largo de una playa de tres o cuatro kilómetros de largo, un respiro del omnipresente barro. Todavía recuerdo el sentimiento de liberación que sentí al ver la larga playa y pensar que no iba a haber nada de barro durante un tiempo. El viento de cara era muy fuerte y yo llevaba puesto toda la ropa de lluvia, con lo que tenía que hacer un esfuerzo a cada paso para poner un pie delante de otro y avanzar contra el viento. Venía muchísimo ruido de las olas en el océano, y las nubes pasaban por encima de mi cabeza a toda velocidad. El tiempo no se estaba quieto ni un minuto, cambiando constantemente entre lluvia, granizo, y sol. Yo tenía la cámara al cuello debajo del abrigo, sacándola para fotografiar a izquierda y derecha en cuanto paraba de llover. Éste no era el sitio para usar el trípode, que probablemente hubiera salido volando de haberlo intentado. Esta imagen es mi favorita de ese día ya que la nube iluminada por el sol coincide con la solitaria isla de la derecha.

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