/// Wild Tracks - Landscape Photography by Eduardo Gallo

WILD TRACKS

Pasión por la Fotografía de Paisajes

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Parque Nacional del Monte Aspiring, Isla Sur, Nueva Zelanda

Marzo 2012

Parque Nacional del Monte Aspiring, Isla Sur, Nueva Zelanda

Canon 5D MkII & EF 24-105mm f/4L IS USM, 1s + 1/8s f/8 ISO400 @24mm

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CREACIÓN

En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día.

Luego dijo Dios: Haya un firmamento en medio de las aguas, y las separe unas de otras. E hizo Dios el firmamento, y separó las aguas que estaban debajo del firmamento de aquellas que estaban sobre el firmamento. Y fue así. Y llamó Dios al firmamento Cielo. Y fue la tarde y la mañana el día segundo.

Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco. Y fue así. Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunión de las aguas llamó Mares. Y vio Dios que era bueno. Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno. Y fue la tarde y la mañana el día tercero.

Dijo luego Dios: Haya luces en el firmamento de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años, y sean por luces en el firmamento de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así. E hizo Dios las dos grandes luces; la luz mayor para que señorease en el día, y la luz menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas. Y las puso Dios en el firmamento de los cielos para alumbrar sobre la tierra, y para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno. Y fue la tarde y la mañana el día cuarto.

Y con toda esa luz Dios vio que allí abajo en el Sur había creado un enorme isla roja sin montañas y casi sin agua. Y dijo Dios: Que haya otra isla cerca para equilibrarla. Que sea tan diferente como sea posible de su vecina. Que esté hecha de montañas y llena de agua. Pero entonces Dios se dio cuenta de que había agotado todos sus materiales de construcción, habiendo usado toda la roca, toda la tierra, toda la arena, para crear el resto de las tierras secas. Miró Dios a su alrededor buscando algo con lo que poder solucionar su error, y encontró las piezas de Lego con las que tanto se había divertido de niño. Así que tomó Dios las piezas y creó dos pequeñas islas al Este de la anterior, a las que llamó Aotearoa, "La tierra de la larga nube blanca". Y así esta tierra acabó compuesta de valles anchos y planos separados por enormes montañas de paredes verticales cubiertas de hielo. No había ni roca ni tierra para construir valles en "V" como en el resto de las tierras secas; sólo enormes piezas de Lego que mezclar separando entre sí los valles con forma de "U". Pero vio Dios que no sólo era alta, fría, y húmeda como había sido Su voluntad, sino que además era extremadamente hermosa, así que Dios estaba contento. Y fue la tarde y la mañana el día quinto. Y luego hubo un sexto, un séptimo, y muchos más.

Y muchos días después llegué yo a Aotearoa, cargado con un pesada mochila, lleno de entusiasmo, y dispuesto a brincar arriba y abajo por las piezas de Lego. Una camioneta me llevó por la hermosa costa del Lago Wanaka hasta el comienzo de un valle largo y plano rodeado de empinadas montañas por todas partes (fondo de la fotografía). Podía ver fácilmente cuatro zonas de vegetación en cualquier dirección: fértiles praderas a mis pies alimentadas por los glaciares, bosques primarios de hayas australes en la parte baja de las laderas, hierba resbaladiza más arriba, y finalmente enormes extensiones de hielo y roca cerca de las nubes. Hacía calor pero sabía que en los próximos días iba a tocar mojarse, así que necesitaba subir la primera pieza de Lego ese mismo día antes de que llegara la tormenta y me dejara varado. El traicionero camino entre los árboles, empinado y lleno de raíces, pronto se convirtió en una escarpada ruta al dejar abajo el bosque. Una subida de 1400 metros, bonita introducción a Nueva Zelanda. Cuanto más subía más empinado se volvía. Mi cara sudorosa dio paso a unas gotas cayendo rítmicamente desde mi gorra, y luego éstas se unieron en lo que a mí me parecía un pequeño río naciendo cinco centímetros delante de mis narices. Guardé los bastones en la mochila y acabé trepando con las manos, haciendo paradas cada vez más frecuentes para recuperar el aliento.

Exhausto, finalmente llegué arriba justo antes del anochecer, dejé caer la mochila, puse la tienda, saqué el queso y los cacahuetes, y disfruté de las vistas masticando como un ratón. Ciertamente me las había ganado. La Silla de Montar de las Cascadas, un nombre apropiado. Era de hecho una silla de montar, estrecha pero plana arriba, y casi vertical a ambos lados. Uno de los sitios más bonitos en los que yo haya montado la tienda. Caí dormido como un bebé. Y por la mañana me levanté a esa manera que tiene la Naturaleza de avisar a todo el mundo de que viene tormenta. Frío, humedad, calma chicha, nubes acercándose despacio. Un aire crujiente que dispara las alarmas dentro de uno. De alguna manera sabes que es hora de darse prisa, recoger el campamento, y salir pitando hacía altitudes más bajas mientras todavía eres capaz de ver tus pies. Pero no antes de sacar algunas fotos de la ruta del día anterior, mientras veía el Sol por última vez en muchos días, aunque eso no lo sabía entonces.

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